Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine y los sueños, cine son.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Individualidad


Nunca hemos aprendido a entender qué es la grandeza del hombre. El autosacrificio, decimos babeando, es la virtud fundamental. Detengámonos a pensar. ¿Puede el hombre sacrificar su integridad?, ¿sus derechos?, ¿su libertad?, ¿sus convicciones?, ¿su sinceridad?, ¿la independencia de sus pensamientos?...Éstas son las posesiones supremas del hombre. ¿Para qué debe sacrificarlas?, ¿a quién?.¿Autosacrificio?, es precisamente el “yo” el que no puede ni debe ser sacrificado. El “yo” del hombre es su espíritu y ese “yo” que no hay que sacrificar es el que debemos respetar en el hombre por encima de todo.
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Hace millones de años un hombre primitivo descubrió como hacer fuego. Probáblemente fue quemado en la hoguera que él había encendido para sus hermanos, pero les dejó un regalo inimaginable al hacer desaparecer la oscuridad de la Tierra. A través de los siglos, hubo hombres que dieron los primeros pasos por nuevos caminos, apoyados solamente en su visión. Los grandes creadores, los pensadores, los artistas, los científicos, los inventores, lucharon contra sus contemporáneos. Se oponían a todos los nuevos pensamientos. Todos los nuevos inventos eran denunciados y recusados, pero los hombres con visión de futuro siguieron adelante. Lucharon, sufrieron y pagaron por ello, pero vencieron. Ningún creador estuvo tentado por el deseo de complacer a sus hermanos. Ellos odiaron el regalo que él ofrecía. Su verdad era su único motivo. Su trabajo era su única meta. Su trabajo, no los que se beneficiaran de el. Su creatividad, no el beneficio que de ella obtendrían otros. La creación que le daba forma a su verdad. Él mantenía su verdad sobre todo y contra todos. Seguía adelante sin tener en cuenta los que estaban de acuerdo con él o a los que no, con su integridad como su única bandera. Él no servía a nadie ni a nada, sólo vivía para si mismo. Y sólo viviendo para si mismo pudo lograr las cosas que luego se han reconocido como la gloria de la humanidad. Esa es la naturaleza de la creatividad. El hombre no puede sobrevivir sino es a través de su mente. Llega al mundo desarmado, su cerebro es su única arma. Pero la mente es un atributo del individuo, es inconcebible que exista un cerebro colectivo. El hombre que piensa debe pensar y actuar por si solo. La mente razonadora no puede funcionar bajo ninguna forma de coacción. No puede estar subordinada a las necesidades, opiniones o deseos de los demás. No puede ser objeto de su sacrificio. El creador se mantiene firme en sus convicciones. El parásito sigue las opiniones de los demás. El creador piensa. El parásito copia. El creador produce. El parásito saquea. El interés del creador es la conquista de la naturaleza. El interés del parásito es la conquista del hombre. El creador requiere independencia, ni sirve ni gobierna. Trata a los hombres con intercambio libre y elección voluntaria. El parásito busca poder, desea atar a todos los hombres para que actuen juntos y se esclavicen. El parásito afirma que el hombre es sólo una herramienta para ser utilizada, que ha de pensar como sus semejantes y actuar como ellos y vivir la servidumbre de la necesidad colectiva prescindiendo de la suya. Fíjense en la historia. Todo lo que tenemos, todos los grandes logros han surgido del trabajo independiente, de mentes independientes. Y todos los horrores y destrucciones de los intentos de obligar a la humanidad a convertirse en robots sin cerebro y sin alma, sin derechos personales, sin ambición personal, sin voluntad, esperanza o dignidad. Es un conflicto antiguo, tiene otro nombre, lo individual contra lo colectivo.

El Manantial.

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